Buon giorno, principesa.
Cada noche sentir tu respiración cerca de mi cuello.
Y que tus manos se pierdan por mi espalda sin rumbo alguno.
Perdámonos debajo de las sábanas, allí nadie nos pedirá explicaciones.
Cuando llegue el alba y el sol nos despierte entrando por la ventana mírame a los ojos acariciándome la mejilla y con una voz dulce y suave dime al oído: Buenos días, princesa.
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